lunes, 23 de agosto de 2010

Argelia 60. Estructura económicas y estructuras temporales (1977) - Pierre Bourdieu

La obra se centra en el análisis de cómo las transformaciones producidas en la sociedad argelina en la década del 60, como consecuencia de su transición a la economía capitalista, impactan o afectan las prácticas y disposiciones de los agentes o actores sociales. El desarrollo expositivo y argumentativo del libro se despliega en 4 apartados o capítulos que, si bien tienen un mismo hilo conductor, pueden ser leídos de manera autónoma. No obstante, los ejes de discusión o preguntas presentes a lo largo de toda la obra son los siguientes: a) relación entre estructura y acción (o entre condiciones objetivas y disposiciones subjetivas); b) el tiempo y el espacio como nociones construidas socialmente y c) los cambios en la organización del trabajo social. En un segundo nivel también se encuentran planteadas, de manera implícita, estas cuestiones: d) la relación entre teoría y datos empíricos y e) diálogo del autor con los clásicos de la Sociología y la vuelta a las preguntas fundamentales de la disciplina.
En la primera parte del libro, llamada “Reproducción simple y tiempo cíclico”, Bourdieu analiza cómo las prácticas, valores y concepciones de la economía capitalista son interiorizadas por los campesinos argelinos, los cuales provienen de una formación económica agraria propia de una sociedad tradicional. Este tipo de sociedad tiene un funcionamiento económico en el cual los intercambios mercantiles y, en particular, el uso del dinero son casi inexistentes así como también las prácticas y las nociones asociadas con los mismos tales como el crédito, el interés, la previsión y el lucro. Todos estos mecanismos son completamente ajenos y contrapuestos a la estructura económica argelina tradicional. Para dar cuenta de tal contraste y de cómo irrumpe el capitalismo trastocando todas las prácticas, representaciones y valores de los campesinos argelinos, Bourdieu centra su mirada en cómo se modifica la noción del tiempo. En la sociedad argelina tradicional, el autor observa que la producción social se orienta al autoconsumo y se desarrolla en pequeñas unidades autárquicas. El autor parafrasea a Marx al encontrar aquí la “reproducción simple”, en la cual el excedente económico generado (que en el análisis de Marx es la plusvalía) no se destina a la ampliación de la escala productiva y se consume inmediatamente. En tal contexto, para los campesinos argelinos el tiempo remite a cuestiones cotidianas concretas y al pasado; el tiempo es considerado así como algo cíclico y permanente. No cabe en esta concepción, la posibilidad de pensar el tiempo como algo “que se pierde” o que se vincule con el futuro en términos abstractos es decir, construido en base a criterios especulativos o de cálculo y previsión. Con el advenimiento de la economía capitalista, los agentes se ven obligados a internalizar un nuevo sistema de disposiciones y prácticas es decir, un nuevo habitus. Esta parte del libro muestra entonces como se da esta tensión entre las nuevas condiciones objetivas, impuestas por la estructura propia de la economía capitalista, y las nuevas disposiciones requeridas o acordes a tales condiciones. De alguna manera, Bourdieu postula el carácter no automático y no mecánico de las conductas y representaciones de los sujetos sociales frente a las modificaciones en la economía. Para esto, el autor echa mano a numerosos casos que ilustra y respalda con datos empíricos recogidos por el mismo en el campo de investigación, Argelia en la década del 60.
La segunda parte del libro tiene por título “Necesidades contradictorias y conductas ambiguas” y está dedicada al análisis de lo que ocurre en los cambios en la organización del trabajo, como consecuencia de la emergencia de la economía capitalista en la sociedad argelina. Bourdieu observa aquí el surgimiento de una nueva concepción del trabajo en la cual éste es entendido como una actividad cuyo fin principal es la obtención de una remuneración dineraria es decir, un salario. Aquellos individuos que no consiguen ser empleados esto es, que no pueden vender su fuerza de trabajo son considerados, en cualquier sociedad capitalista occidental, desempleados. Sin embargo, el autor da cuenta de cómo tal situación es desconocida e inconcebible para los subproletarios y campesinos argelinos, provenientes de una sociedad tradicional en la que el trabajo no diferencia nunca “la función social de la función económica de la actividad” (p. 84). Esto quiere decir que el trabajo, en dicha sociedad, no es algo que implique un mero medio para el logro de una remuneración sino que es, ante todo, la integración a una comunidad más allá del producto que la actividad laboral arroje. El trabajo entonces, en la sociedad tradicional, no se mide y se valora por su producto o su remuneración sino por el lugar que otorga al sujeto en la estructura social, basada en lazos de dependencia personal. Pese a la irrupción del trabajo asalariado, la sociedad argelina conserva su concepción tradicional del trabajo o, en todo caso, todavía no la abandonó por completo. En tal sentido, Bourdieu muestra cómo los subproletarios argelinos buscan una ocupación laboral de cualquier tipo (aún incluso aunque no sea rentada) “cuya función principal, si no la única, es sólo procurar una justificación ante el grupo” (p. 83). Por otra parte, Bourdieu analiza cómo el proceso de conversión del trabajo en actividad remunerada trastoca las relaciones intrafamiliares al otorgar ya no exclusivamente al jefe familiar, sino a otros miembros como la mujer y, principalmente, los hijos mayores la posibilidad de acceder a un ingreso en dinero. Estos últimos además, pueden acceder a un mayor nivel de estudios y, por esta vía, a mejores empleos e ingresos que sus padres. El autor observa como la transformación de la sociedad argelina, con la aparición del trabajo asalariado, implica una doble autonomía o independencia en los lazos interpersonales: uno por parte de la familia en relación al resto de la comunidad y otro al interior de la unidad familiar, con la creciente emancipación económica de los jóvenes y, en algunos casos, de las mujeres. No obstante, Bourdieu analiza este proceso en plena emergencia y, por tanto, con vestigios de la estructura social anterior presentes en los propios agentes. Por tal motivo “no deja de crecer la tensión entre las normas tradicionales que imponen deberes de solidaridad para con la familia extendida y los imperativos de una economía individualista y calculadora” (p. 91).
La tercera parte de la obra, denominada “esperanzas subjetivas y oportunidades objetivas”, es la que permite ubicar a Bourdieu del lado de la estructura antes que de la acción esto es, otorgándole mayor peso al componente objetivo que al subjetivo de la dinámica social. En este sentido, Bourdieu analiza qué ocurre con las aspiraciones y representaciones de los subproletarios argelinos, en relación a las condiciones materiales de existencia que tienen los mismos y más concretamente al nivel de ingreso. El autor encuentra así que aquellos individuos que están inmersos en las peores condiciones de vida, los subproletarios, no pueden hacer planes o proyectos o siquiera pensar en el futuro así como tampoco pueden cuestionar o analizar críticamente el orden social que los somete a tal situación y, mucho menos aún, organizarse colectivamente en una acción política que proponga su transformación revolucionaria. De esta manera, “los subproletarios no pueden vincular el mejoramiento de su condición con una transformación radical del sistema; sus aspiraciones e incluso su rebeldía se expresan dentro de la lógica que el sistema les impone” (p. 109). Todo lo contrario ocurre, en el análisis del autor, en aquellos sujetos cuya posición social les asegura mejores condiciones de existencia. Para tales individuos existe un proyecto y una previsión en relación al futuro así como también, es de ellos, de donde puede surgir una “conciencia revolucionaria”, según Bourdieu.
La cuarta parte del escrito se llama “Las condiciones económicas de la transformación de las disposiciones económicas” y el autor continúa aquí con la idea, sostenida en el apartado anterior, de la correlación o correspondencia entre nivel de ingreso y grado de adaptación a la nueva configuración social, en términos de cómo se produce el ajuste entre estructura y disposiciones. En particular, Bourdieu analiza qué ocurre con las disposiciones de los agentes en relación al espacio y, principalmente, la vivienda moderna. Ésta surge de la mano de los cambios asociados al pasaje de una sociedad tradicional al capitalismo e implica profundos cambios en la organización de los espacios compartidos o públicos y los domésticos o íntimos. De este modo, Bourdieu observa que la nueva vivienda otorga a las familias una mayor autonomía e intimidad al permitirles independencia en la utilización de ciertos servicios domésticos (antes compartidos) como la cocina, el lavado y secado de la ropa. Lo que se muestra, a lo largo del desarrollo del capítulo, es cómo algunos individuos y grupos sociales logran adaptarse a la nueva forma habitacional (afirmándose en ella y sintiéndola como propia) mientras que a otros, por el contrario, se les presenta completamente ajena a su sistema de valores, creencias y prácticas.
Bourdieu concluye la obra retomando lo que parecería ser el principal eje o problema de la obra: la relación entre estructura/acción o entre condiciones objetivas/sujeto. En tal sentido, el autor propone la utilización de “conceptos mediadores” tales como el de “habitus” que permitan “superar las oposiciones abstractas entre lo subjetivo y lo objetivo” (p. 153). No obstante, el autor parecería inclinarse por el lado estructural u objetivo de la oposición no sólo por lo desarrollado a lo largo de toda la obra, sino por lo expuesto en el párrafo con el que cierra la misma:
…hay que admitir que la revuelta contra la situación presente no puede orientarse hacia fines racionales y explícitos sino cuando están dadas las condiciones económicas de la constitución de una conciencia racional de esos fines, es decir, cuando el orden actual encierra la virtualidad de su propia desaparición y produce, de tal manera, agentes capaces de proyectarla (p. 155).

La obra plantea una interesante y valiosa articulación entre datos empíricos y teoría, en la que cada afirmación teórica/conceptual es ilustrada con un ejemplo extraído del campo de investigación y también, a la vez, se hace el proceso inverso. En relación a la gran pregunta o eje de la obra, relación estructura/acción o objeto/sujeto, el autor parecería no poder superar la opción binaria u “oposición abstracta”, pese a que lo intenta con el concepto de “habitus”, y se termina inclinando (aunque no lo reconozca explícitamente) por la estructura y las condiciones objetivas a la hora de explicar la dinámica, la reproducción social y, en menor medida, el cambio o la transformación. Sin embargo, Bourdieu reconoce el límite que le presenta la opción binaria ya que elegir una de las partes, las condiciones objetivas, implica adherir a un mecanicismo mientras que, si se opta por la otra parte, se cae en esencialismos o en la consideración de que el conjunto de las acciones, valores y representaciones individuales (el habitus) no guarda ninguna relación con la estructura social . La posibilidad de no poder superar la opción binaria viene dada porque el autor concibe esta relación en términos de una exterioridad o bien, de que por una parte lo “objetivo” y por la otra el elemento “subjetivo”. Entender que una parte, la estructura, “condiciona” o se “interioriza” en la otra, el sujeto o la acción y buscar una “mediación” entre ambas, es perder de vista la unidad o la totalidad del fenómeno. Para dar cuenta del mismo es necesario avanzar en un análisis que conciba que lo que se entiende por “condiciones objetivas”, “estructuras económicas”, “sistema social”, “base material”, etc. no tiene otra forma concreta de realizarse y manifestarse como tal, sino a través de las acciones de los sujetos. De este modo, la relación es forma y contenido. No hay algo afuera, que exista de manera autónoma e independiente de la conciencia de los agentes y que debemos explicar cómo los influye, condiciona, determina o se interioriza en ellos. Por el contrario, se trata de avanzar en la pregunta acerca de qué hace a la acción, a la agencia, superestructura, al “habitus”, etc. ser lo que es como forma concreta en que se realiza la estructura social. En tal sentido, el análisis debe remitirse a la cuestión de por qué la conciencia se ve a sí misma abstractamente libre es decir, sin ninguna determinación y con limitaciones que sólo parecerían ser externas.






Bibliografía
• Bourdieu, P., El sentido práctico, Taurus, Madrid, 1991

• Iñigo Carrera, J., Conocer el capital hoy, usar críticamente El Capital, Imago Mundi, Argentina, 2007

• Marx, K.: El Capital, crítica de la Economía Política. Tomo II. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001.