Reseña
crítica de la obra de Richard Senet: La
corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en
el nuevo capitalismo. Barcelona-España,
Anagrama, 2000
La
pregunta fundamental que estructura la obra de Richard Senet La
corrosión del carácter,
gira en torno a cómo las transformaciones ocurridas en el
capitalismo, a partir de la década del 70, impactan (negativamente)
en el individuo, corroyendo su carácter
es decir, su yo. El autor analiza así de que manera el inicio de una
nueva etapa en el capitalismo, que denomina flexible,
dificulta a los individuos la construcción del carácter
a partir del trastocamiento de aspectos tales como la rutina, los
hábitos, la concepción del tiempo y la capacidad para relacionarse
con el otro y establecer lazos duraderos. Para esto, Senet se basa en
el análisis de ciertos casos, que utiliza para ilustrar su
argumentación, aunque no hace lo que estrictamente puede
considerarse un trabajo de campo (etnografía o entrevistas en
profundidad). La
corrosión del carácter
se estructura en 8 capítulos, cuyo contenido será brevemente
expuesto a continuación. Luego se presentarán las apreciaciones
críticas de la obra.
El
primer capítulo está dedicado al análisis de la modificación en
la concepción de tiempo, de una generación a otra, como expresión
de la aparición de una nueva etapa del capitalismo que el autor
denomina capitalismo
flexible
y capitalismo
a corto plazo.
El autor da cuenta así de cómo mientras una generación vivía en
el “largo plazo” y en la estabilidad del trabajo, en las rutinas
y en las relaciones sociales; la siguiente generación está obligada
a vivir en la inmediatez y el corto plazo. Esto implica, para Senet,
ausencia de compromiso, confianza y sacrificio pero además la
imposibilidad de generar lazos durables con los otros, que garanticen
seguridad para la constitución del yo. De este modo, se produce una
disociación entre voluntad y comportamiento así como entre carácter
y experiencia, que atentan contra la posibilidad de construcción de
la identidad.
El
capítulo II aborda la transformación del carácter (su corrosión)
a partir de lo que ocurre con la rutina. Para esto, Senet compara y
contrapone las perspectivas de Smith y Diderot sobre la rutina. El
autor encuentra así que en un caso, la rutina es vista en su aspecto
degradante y embrutecedor para el individuo (Smith) y, en el otro
(Diderot), es considerada en su capacidad de componer la narrativa
cotidiana de una vida es decir, de darle un sentido al quitar
incertidumbre. Senet sostiene que en el capitalismo
flexible
la rutina se ve disminuida (e incluso en ciertos sectores de la
economía desaparece) y con ello la posibilidad de conformar una
identidad basada en el compromiso y la confianza. El autor cuestiona
así el planteo de que con la pérdida de la rutina y su efecto
degradante, como consecuencia de la flexibilidad,
los individuos ganan mayor autonomía ya que sostiene que también se
pierde el otro aspecto de la rutina: el compromiso y la confianza en
el futuro.
Los
capítulos III y IV de la obra, se centran en analizar los cambios en
las estructuras formales de las instituciones, en lo que hace a la
organización del trabajo y la distribución del poder dentro de las
mismas. Senet observa así que, en el capitalismo
flexible,
la tradicional estructura piramidal y jerárquica da lugar a
estructuras en forma de redes donde el poder se concentra pero no
reside en un único centro. Además, las organizaciones deben
adaptarse al cambio permanente, por ejemplo a través de horarios
flexibles,
ya que la producción debe responder ahora a la inestabilidad de la
demanda y del consumo. Todo esto, analiza Senet, se traduce en la
necesidad de contar con un carácter
capaz de desarrollarse en un orden social signado por la
inestabilidad y el cambio constantes, donde las certezas son escasas.
Sin embargo, el autor afirma que todos estos cambios no se tradujeron
(como se esperaba) en un aumento de la productividad1.
En este contexto, el autor afirma que sólo unos pocos individuos “se
sienten cómodos en el nuevo capitalismo” (p. 65) y son los
multimillonarios de Davos. En cambio, para quienes no logran
adaptarse al nuevo capitalismo (que son la mayor parte de los
trabajadores), se observa un conocimiento superficial del proceso
productivo y por tal motivo “el trabajo no les resulta legible, en
el sentido de que ya no comprenden lo que están haciendo” (p. 71).
El
siguiente capítulo trata acerca de cómo el riesgo, en el
capitalismo
flexible,
deja de ser patrimonio exclusivo de los capitalistas y de los
inversores para extenderse al resto de la sociedad. En tal sentido,
Senet sostiene que las condiciones impuestas por la nueva etapa del
capitalismo hacen que los trabajadores deban asumir el riesgo como un
aspecto cotidiano de sus trayectorias laborales. Ya no existen
garantías de permanecer por tiempo indefinido en un mismo puesto de
trabajo y en una misma empresa. Por el contrario, Senet plantea que
lo que impera en el capitalismo
flexible
es la incertidumbre sobre el futuro y el cambio permanente; donde
además, la experiencia y la madurez dejan de ser un valor en
detrimento de la juventud y la flexibilidad.
El
capítulo VI se denomina “La ética del trabajo” y aquí el autor
da cuenta del surgimiento de un nuevo ethos
asociado con el capitalismo
flexible. Senet
describe así el pasaje de una ética (planteada por Weber) basada en
la demostración individual del valor moral del trabajo y el
ascetismo, a una ética que, en oposición a la anterior, está
centrada en el trabajo en equipo. No obstante, esta nueva ética
presenta, en el enfoque del autor, diversas “ficciones”
relacionadas con la mayor participación (que oculta la
superficialidad del trabajo que se realiza), la competencia
(disfrazada de “cooperación”) y el “guía o coordinador”
(encubriendo la figura del “jefe” y las relaciones de
dominación).
El
capítulo VII aborda la cuestión del fracaso, entendiéndolo como un
elemento que (dentro del capitalismo
flexible)
se extiende desde las clases trabajadoras a las clases medias. En la
nueva etapa del capitalismo ya no es posible estructurar y planear
una vida a partir del desarrollo profesional como sí ocurría en
épocas anteriores. Para dar cuenta de esta situación, Senet recurre
a lo ocurrido con programadores que fueron despedidos de la empresa
IBM, como consecuencia de un proceso de reducción de personal y de
reestructuración de la compañía. A partir de esta experiencia
concreta, el autor observa cómo en el capitalismo
flexible el
yo debe construirse a partir de narrativas que no remiten a la
tradición pero que, a la vez, tampoco pueden proyectarse a largo
plazo. Los individuos se ven obligados a construir su identidad a
partir de experiencias fragmentadas y cambiantes signadas por el
riesgo y la incertidumbre.
El
último capítulo presenta en cierto modo (ya que no está explícito)
las conclusiones del trabajo. Senet plantea aquí el cambio que el
capitalismo
flexible impone
en el sentido del “nosotros” es decir, la identidad colectiva.
El autor analiza así de qué manera las condiciones laborales
impuestas por el nuevo capitalismo (trabajo en equipo y superficial,
horario flexible, inestabilidad, etc.) provocan una debilidad en la
conformación de identidades colectivas para los trabajadores. Ocurre
que el “nosotros” se genera por oposición no a capitalistas,
sino a otros grupos de trabajadores inmigrantes que son vistos como
amenaza a sus puestos de trabajo por la competencia que representan.
Por otra parte, Senet da cuenta de cómo pese a que las instituciones
del capitalismo
flexible
tienen mayor grado de autonomía, esto no se traduce a los
individuos. Por el contrario, se traduce en vulnerabilidad, lo que
implica que el vínculo social se vea debilitado y con ello la
posibilidad de constituir identidades (sea individuales o colectivas)
ancladas en la confianza, la estabilidad y la seguridad.
Las
conclusiones que se pueden deducir de La
corrosión del carácter
están vinculadas con el planteo de que en el capitalismo
flexible
se rompe el tejido social y no se rearticula o bien, se reconfigura
en la debilidad, la inestabilidad y la vulnerabilidad. Esto implica
que los soportes colectivos y las instituciones que, en la etapa
anterior, daban sentido y enraizaban la vida cotidiana en un
horizonte de previsibilidad, certeza y seguridad. La nueva etapa
capitalista impone así el corto plazo y el riesgo como moneda
corriente, lo que junto con la pérdida de anclajes institucionales
obligan a los individuos a una mayor exigencia para construir su yo
es decir, su identidad. Esto se refleja, según lo que se muestra a
lo largo del libro, en la modificación de las rutinas (que ya no
orientan la cotidianeidad), la concepción del tiempo (el corto
plazo), los talentos o capacidades (exigencia de descubrir
capacidades potenciales antes que reales) y en la imposibilidad de
establecer vínculos duraderos con los otros. Por consiguiente, de
acuerdo al autor, los individuos pierden el control sobre la propia
vida y se convierten en sujetos pasivos de lo que les sucede,
perdiendo capacidad de darle sentido a su vida cotidiana y a sus
experiencias (hecho que se refleja por ejemplo en el conocimiento
superficial del trabajo que se realiza). Es así cómo Senet intenta
mostrar la corrosión del carácter como expresión subjetiva de un
cambio operado a nivel estructural en el funcionamiento del
capitalismo.
La
corrosión del carácter es
una obra donde el peso del análisis parecería estar puesto en las
condiciones estructurales u objetivas antes que en el sujeto. En tal
sentido, la propuesta de Senet deja poco espacio o margen de maniobra
a la capacidad de acción o agencia de los actores sociales, si bien
queda claro que la experiencia no es mecánica ni es un mero reflejo
de los procesos que ocurren a nivel macrosocial. Una de las críticas
que podría formularse al trabajo, es su falta de rigurosidad
científica a la hora de construir los datos que utiliza el autor
para realizar su análisis. Como se señaló en la introducción de
esta reseña, La
corrosión del caracter
adolece de un trabajo de campo serio o, al menos, no está claro de
donde salen las diversas fuentes utilizadas por Senet a lo largo del
libro: Enrico y su hijo (las dos generaciones de trabajadores), la
panadería, la empresa IBM, el Trout Bar, etc. No obstante, aquí
podría argumentarse (a favor de Senet) que el propósito del libro
es más bien ensayístico antes que científico y que, como tal,
puede permitirse esas licencias en la recolección de datos
empíricos. El principal aporte de la obra es sin duda el planteo de
que todo cambio estructural o general (capitalismo
flexible
en este caso) no puede no tener efectos visibles y concretos en los
individuos. Por el contrario, dicho cambio se refleja o se manifiesta
sobre los agentes, en lo que hace a sus hábitos, rutinas y demás
aspectos cotidianos que, podrían parecer insignificantes o poco
relevantes.
1
Esta afirmación es por lo menos discutible. En primer lugar, por el
propio concepto de productividad y su medición a lo largo del
tiempo ya que implica partir del supuesto de que tanto las
mercancías que produce el trabajo como el trabajo mismo mantienen
constancia cualitativa (Iñigo Carrera, 2008). En segundo lugar, la
productividad atraviesa fases de expansión y contracción de
acuerdo a los ciclos del capital y, en particular durante la etapa
que analiza Senet, muestra la tendencia inversa a la que sostiene el
autor (Iñigo Carrera, 2008).
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