jueves, 20 de marzo de 2008

La formación económica argentina desde 1880 a 1930

La renta diferencial de la tierra es decir, la parte adicional (o extra) de valor obtenida a partir de las mercancías producidas en tierras, cuyos condicionamientos naturales (no controlables) permiten sostener una productividad relativamente mayor del trabajo, ocupó un lugar central a la hora de entender como surge históricamente el proceso argentino de acumulación de capital. La marcha de éste (y las formas políticas que adopta el mismo para realizarse como tal) en un período histórico concreto, sólo pueden comprenderse dando cuenta de qué es lo que ocurre con la producción de aquellas mercancías con la capacidad suficiente de competir en el mercado mundial (por ser portadoras de renta diferencial en este caso) y, por este motivo, de sostener el proceso de metabolismo social en un ámbito nacional en particular, de la unidad mundial de acumulación de capital, como el de Argentina.
El papel central jugado por la renta de la tierra, en la acumulación de capital en Argentina, durante el período 1880-1930, constituye (lo que se puede considerar) un punto de partida en común en los enfoques de Díaz Alejandro, Laclau e Iñigo Carrera, a la hora de encarar sus respectivos análisis. Los tres autores afirman que la expansión de la economía argentina en el período se sostuvo en lo fundamental, en base a la exportación de mercancías agrarias al mercado mundial y, en particular, a Inglaterra. Mercancías que son portadoras de renta diferencial debido a las condiciones naturales excepcionales (mayor fertilidad del suelo) en las que son producidas. Ahora bien, en relación a cómo, para cada una de las visiones, surge esta renta diferencial y a cómo esta es apropiada para sostener la acumulación de capital en Argentina en la etapa 1880-1930, es donde aparecen las divergencias. Veamos en que consisten las mismas.
En el plateo de Díaz Alejandro los dueños de la tierra (terratenientes) o, como el mismo autor los define, “propietarios del factor mas abundante” es decir la tierra, fueron los principales beneficiarios en la apropiación de riqueza social en el período. Pero de acuerdo a Díaz Alejandro, el resto de los “factores productivos” (trabajo y capital) también resultaron favorecidos por la expansión económica producida en el período (aunque aclara que no de la misma manera). Esta situación de prosperidad parecería hallar su razón de ser, en el razonamiento de Díaz Alejandro, en la libertad, imperante en el período, para la movilidad de los factores y de las mercancías entre la Argentina y el resto del mundo. La apropiación de renta (así como el curso seguida por esta) en este enfoque pues, correspondería a la retribución percibida por uno de los “factores de la producción” en particular (la tierra) y a esto parecería reducirse todo su papel dentro del proceso argentino de acumulación de capital en la etapa en cuestión. Además, Díaz Alejandro no dice nada acerca del origen o de donde surge este excedente de valor apropiado en Argentina a partir de los productos agrícolas (lo que no deja de ser coherente con la caracterización de la renta como la retribución marginal del “factor productivo tierra”).
Laclau arranca su planteo en lo que parecería ser, en principio, algo contrapuesto a lo argumentado por Díaz Alejandro. La renta de la tierra según Laclau (lejos de ser la remuneración correspondiente a un factor de la producción) “es plusvalía producida por el trabajador extranjero e introducida en el país en virtud de la amplitud de la demanda de materias primas, proveniente del mercado mundial” . Ahora bien ¿qué curso sigue este flujo de riqueza social al ingresar al ámbito argentino de acumulación de capital? Si bien Laclau le otorga un lugar clave a la producción agraria exportable para explicar el crecimiento económico del período, nada dice acerca de la unidad del proceso argentino de acumulación de capital. Es mas, según lo que se desprende del análisis del autor, la acumulación de capital sería algo exterior a la producción de mercancías portadoras de renta diferencial. Tal proceso (acumulación de capital) correspondería a los países industrializados (es decir “independientes”) y no a aquellos (como Argentina) donde el lugar principal de la producción, con capacidad de competir en el mercado mundial, está constituido por las materias primas o alimentos. En palabras del propio autor: “la expansión de la renta pasó a ocupar en nuestra economía el lugar que en un capitalismo no dependiente corresponde a la acumulación de capital” . Sumado a esta exterioridad, el enfoque de Laclau postula que la renta de la tierra es apropiada en forma íntegra por los terratenientes quienes volcaron este ingreso al “consumo suntuario” o sea, a la compra de artículos de lujo. Por consiguiente, el punto de vista de Laclau termina por no diferir prácticamente del de Díaz Alejandro. En primer lugar, al presentar al capital industrial aplicado a la tierra como algo exterior (aunque no lo vea como un “factor”) al resto de los capitales que operan en el ámbito nacional argentino. En segundo término, al concebir el flujo de renta como algo que sigue un curso unidireccional: desde el resto del mundo a los bolsillos de los terratenientes (en última instancia) y, en menor medida, hacia los capitalistas agrarios y los obreros del sector. Respecto a si hay alguna vinculación entre este flujo de renta y la valorización del resto de los capitales industriales que operan en el espacio nacional de acumulación de capital en Argentina, ninguno de estos dos autores se detiene a mirarlo.
En el planteo de Iñigo Carrera la apropiación de la renta diferencial de la tierra y el curso seguida por esta, es lo que sostiene la acumulación de capital en Argentina durante el período 1880-1930. La renta de la tierra, para el autor, no es apropiada íntegramente por los terratenientes (tal como parece desprenderse del planteo de los otros dos autores) sino que una parte considerable de ella es canalizada por el estado, al resto de la economía nacional y mas concretamente, a sostener la valorización del resto de los capitales que operan dentro del país produciendo para el mercado interno en la escala (restringida) correspondiente al mismo. Los mecanismos utilizados a este fin son dos: impuestos a las exportaciones agrarias (cuyo monto es poco significativo) y sobrevaluación cambiaria. Esta última es clave ya que permite por un lado, proveer de recursos al estado nacional (obtenidos por medio de impuestos a las importaciones) para el pago de la deuda externa y, por otro; abaratar la fuerza de trabajo ya que los obreros compran las mercancías necesarias para su reproducción normal, a un costo inferior al precio de producción vigente en el mercado mundial. Con esto, los capitales industriales (nacionales o extranjeros) que actúan en Argentina produciendo mercancías destinadas al mercado doméstico se ven favorecidos al apropiarse de una tasa de ganancia extraordinaria. Por lo tanto, según este análisis, la expansión de la renta diferencial de la tierra no explica por sí misma las particularidades adoptadas por la acumulación de capital en Argentina durante el período 1880-1930, sino que es a partir de cómo la renta fluye y es apropiada al interior del espacio nacional de acumulación de capital, que se establece la unidad del proceso.
En lo que respecta al desarrollo de las fuerzas productivas sociales que le caben al proceso argentino de acumulación de capital, en el período 1880-1930, los enfoques de Díaz Alejandro, Laclau e Iñigo Carrera difieren en torno a si consideran este proceso nacional en su contenido es decir, en su esencia y a si tal desarrollo tiene un límite interno o externo. En Díaz Alejandro es claro que la acumulación de capital es nacional por contenido y que, para la etapa histórica en cuestión, las fuerzas productivas del trabajo social se expanden sin límite alguno. Si tal límite existió no brota, para él, de la especificidad del proceso de acumulación de capital en Argentina, sino de “factores ajenos a la economía nacional como sequías, cambios en los mercados mundiales y fluctuaciones en la inversión extranjera” . Por otra parte, Díaz Alejandro sostiene que la libre movilidad de factores y mercancías que primó en esta etapa tuvo como consecuencia una “asignación eficiente de recursos”. Así es como, para el autor, Argentina pudo ubicarse entre los países mas avanzados del mundo.
Para Laclau la acumulación de capital aparece presentada como un proceso también nacional en su esencia donde si las fuerzas productivas no pueden expandirse, es a causa de una traba impuesta externamente por otro ámbito nacional. Por consiguiente, desde el punto de vista de este autor, todo límite al desarrollo de las fuerzas productivas en Argentina halla su razón de ser en el carácter “dependiente” con el que se configura la economía nacional y que marca su evolución entre 1880 y 1930: “el monopolio de la tierra y la elevadísima renta diferencial proveniente de la inagotable fertilidad de la llanura pampeana se unieron para consolidar la estructura a la vez capitalista y dependiente de la economía argentina” . Esta traba externa entonces, es entendida como la imposibilidad que tuvo la economía nacional para desarrollar en su seno una producción general de mercancías con capacidad de competir en el mercado mundial, propia de ámbitos nacionales de acumulación de capital “independientes”. En lo que respecta a la producción agraria, Laclau no ve limitación alguna para el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad argentina. Para él (al igual que lo postulado por Díaz Alejandro) la producción agraria para el mercado mundial no chocó con ninguna barrera que nazca de la modalidad adoptada por la acumulación de capital en el espacio nacional, en la etapa. Esta última cuestión sí es tomada en cuenta por Iñigo Carrera en su análisis. El autor sostiene que debido a la especificidad del proceso de acumulación en Argentina (donde las formas de apropiación de renta por el estado para sostener la unidad de la producción social en el ámbito nacional) la producción de mercancías agrarias para el mercado mundial se ve limitada. En esta perspectiva, la sobrevaluación de la moneda restringe la escala potencial del capital industrial, aplicado a la producción de mercancías portadoras de renta diferencial, en un doble sentido. En primer lugar limita la aplicación extensiva de capital, al impedir la puesta en producción de tierras de peor calidad al no poder éste apropiarse la tasa normal de ganancia (acorde al ámbito nacional). En segundo lugar, la limitación es a la aplicación intensiva de capital ya que éste (al no contar con una tasa de ganancia normal) no puede desembolsarse en cuotas sucesivas en una misma tierra, que le permitirían competir con el resto de los capitales medios o normales del mundo y participar así en la formación de la tasa general de ganancia es decir, intervenir activamente en el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad.
Sin lugar a dudas, el papel jugado por la renta de la tierra y su proceso de apropiación es fundamental en relación al curso seguido y la modalidad adoptada por el proceso argentino de acumulación de capital en la etapa comprendida entre 1880 y 1930. Así parecen reconocerlo los autores. No obstante, respecto a cómo se establece la unidad del proceso de acumulación de capital al interior del espacio nacional (o si tal cosa existe) es decir, cómo a partir de la apropiación de la renta se sostiene todo el proceso de producción social en Argentina, poco o nada dicen los dos primeros autores presentados. Así la unidad de la acumulación de capital en Argentina, desde este punto de vista, está garantizada y se establece por sí misma esto es, al margen o con poca relación respecto al proceso mundial de acumulación de capital. Esto podría obedecer al hecho de concebir la acumulación de capital como un proceso de contenido (y no de forma) nacional. En el planteo del tercer autor analizado (Iñigo Carrera) esta unidad en cambio, se fija a través del papel jugado por la apropiación de la renta al interior del espacio nacional de acumulación. Este es, a mi parecer, el camino que debe seguirse para entender la especificidad adoptada por la acumulación de capital en Argentina como forma concreta del capital total de la sociedad (mundial). En este, el ámbito nacional argentino desempeña un papel específico en el desarrollo de las fuerzas productivas sociales aunque, dadas las circunstancias concretas de la etapa 1880-1930, tal desarrollo se presente como su negación (o sea, con una forma contraria a su contenido) debido a los límites concretos con los que choca: tanto en lo que hace a la producción agraria como al resto de las producciones, que no son efectuadas (en ningún caso) por capitales medios o normales.

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