lunes, 18 de junio de 2007

La desigualdad de los hombres


Reseña escrita para la materia "Fundamentos de teoría política" en 2006

Autor: ROUSSEAU, Jean J.
Título: "Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres"
Edición: R. P. Centro Editor de Cultura: Ediciones Libertador, 2006, Argentina

¿Qué es lo que hace que los hombres sean desiguales? ¿Por qué unos son más ricos, más respetados y más poderosos que otros? ¿Es esto algo natural en el hombre o, por el contrario, proviene de la sociedad civil de la que forma parte? Estos son los interrogantes a los que Rousseau intenta dar respuesta a lo largo de su obra titulada "Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres". Para esto, el autor despliega su argumentación dividiendo su escrito en dos partes. La primera se ocupa de abordar como es (o era) el hombre en el estado natural es decir, en la etapa anterior a la instauración de la sociedad civil. En la segunda parte, Rousseau indaga sobre la transformación que lleva al ser humano del estado natural a la sociedad civil señalando, a su vez, que es en esta última donde reside la fuente de la desigualdad entre los hombres. Sin embargo, Rousseau encuentra, entre el estado natural y la sociedad civil, un estadio intermedio que ubica como la época más dichosa para los hombres.
En la primera parte de la obra Rousseau plantea como es la naturaleza humana anterior al establecimiento de la sociedad civil y encuentra, como primera aproximación, que no hay nada que permita definirla o caracterizarla a priori. Esto implica que, de acuerdo al autor, no puede suponerse el hombre en el estado natural como bueno, malo o egoísta es decir, no es posible concebir al hombre primitivo de igual manera que al hombre civilizado. Lo único que puede afirmarse acerca del hombre en estado natural, según Rousseau, es que comparte muchas de las características propias del resto de las especies animales y, por esto, vive de manera inocente y feliz. De este modo, el hombre del estado natural es un ser menos fuerte y menos ágil, que algunos de los otros animales pero, a la vez, más fuerte y más ágil que el hombre de la sociedad civil. El hombre del estado natural, satisface sus necesidades de igual manera que el resto de las especies animales y, por este mismo motivo, sus deseos no se alejan de sus necesidades físicas más inmediatas. También, de acuerdo a esto, los únicos bienes que posee son alimentos, una hembra y reposo, mientras que los únicos males a los cuales teme son el hambre y el dolor. Esta poca o escasa diferenciación entre el hombre y los animales, propia del estado natural, es lo que, para Rousseau, permite que aquel no sea ni bueno ni malo y, por lo tanto, no tenga vicio ni tampoco virtud, salvo la piedad. Esta virtud, en la visión del autor, es compartida, por el hombre, con el resto de las especies animales y sirve para la conservación de la especie humana. Por consiguiente, la imagen que Rousseau presenta del ser humano en el estado natural es de simpleza y uniformidad y, más concretamente, de igualdad en el sentido de que todos los hombres viven de igual manera: se nutren de los mismos alimentos, hacen y quieren las mismas cosas. Así, las únicas diferencias posibles entre los individuos son aquellas instituidas por la propia naturaleza tales como la edad, la salud y las fuerzas corporales.
Por otra parte, Rousseau hace hincapié en señalar la libertad como un elemento clave del cual es dueño el hombre del estado natural. Además la libertad del hombre en el estado de naturaleza, lo distingue no sólo de las demás especies animales sino también del hombre de la sociedad civil. El hombre, en el estado natural, es libre, sostiene Rousseau, ya que puede elegir entre someterse o resistir. Yendo a un ejemplo concreto, expuesto por el autor, ante la amenaza que le presentan otros animales el ser humano puede optar entre huir o luchar.
Ahora bien ¿Cuál es la necesidad de que el hombre salga del estado natural para formar la sociedad civil? Ninguna parece decir Rousseau o, al menos, es lo que se desprende de su argumentación. En efecto, el autor sostiene que nada hay de obligatorio o forzoso en el hecho de que los hombres se asocien y, mas precisamente, no hay ningún móvil que lleve a los hombres a instituir la sociedad civil. Una muestra clara de esto la da Rousseau al referirse al lenguaje ya que sostiene que no está definida la cuestión en torno a si este precedió a la sociedad o si, por el contrario, esta es la que dio origen a aquel. Por lo tanto, el pasaje del estado natural a la sociedad civil ocurre, para Rousseau, de manera contingente o, en palabras de él, debido al “concurso fortuito de diferentes causas externas que podían no haber nacido nunca y sin las cuales el hombre natural hubiera permanecido eternamente en su condición primitiva” .
En la segunda parte de la obra el autor trata que es lo ocurre a medida que el hombre sale del estado natural para entrar en la sociedad civil o, dicho en otros términos, a medida que se civiliza. El avance progresivo que marca la salida del hombre del estado natural tiene como consecuencia, en la perspectiva de Rousseau, la aparición de la propiedad, el amor conyugal y paternal, la vanidad, el desprecio así como también de la vergüenza y la envidia en detrimento de la felicidad e inocencia (propias del hombre en el estado natural). Lo que marca la aparición de tales rasgos en la conducta del ser humano es la introducción de la moralidad en las acciones humanas, dirá Rousseau. Esto establece en los hombres una distinción entre ser y parecer que da origen a vicios tales como la ostentación y el engaño. Sin embargo, la cuestión central es que la salida del estado natural conlleva la pérdida de la libertad natural humana. El autor explica esto exponiendo que el avance de la civilización da surgimiento a nuevas necesidades y, principalmente, a la propiedad. Esta, como ya se dijo mas arriba, surge de manera contingente, casual a partir de la ventaja que empiezan a sacarse unos individuos sobre otros. Así es como sostiene Rousseau que la aparición de vicios en la conducta humana, las múltiples nuevas necesidades del hombre, sumadas a la propiedad hacen que no sólo desaparezca la libertad sino que también, irrumpa una desigualdad que no estaba presente en el estado natural. Esta desigualdad, denominada por Rousseau “moral o política” brota del advenimiento de la sociedad civil y se liga directamente a ella. Como consecuencia de esto la desigualdad se legitima por medio de la institución del derecho de propiedad y del establecimiento de la ley. Es así que de la usurpación de algunos se crea y cristaliza un derecho que aparece como irrevocable. De este modo, afirma el autor, es como los hombres dejan de ser libres e independientes para estar sujetos los unos a los otros ya sea como señores o como esclavos.
El objetivo político que se recoge en esta obra, a partir de la exposición del autor, es que no puede sostenerse que la sociedad civil y el estado sean algo natural o divino. Tampoco responden a una necesidad concreta a la que dan solución (como podrían ser la conservación de la vida o la propiedad). Por el contrario ambos son artificiales es decir, creados por el propio devenir del hombre y de manera contingente. Esto implica pensar en que la sociedad civil, el estado y, más genéricamente, podríamos decir el modo en el que el hombre vive son ilegítimos ya que no están fundados en un orden natural, divino o necesario. La conclusión directa que puede derivarse de tales supuestos es que Rousseau deja planteado que es posible que los hombres conformen una nueva sociedad civil en la que no impere la desigualdad (o al menos, no de una manera tan profunda que corrompa a los individuos) y se recupere (y garantice) la libertad propia del estado natural así como también, por esta vía, la felicidad.

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