domingo, 17 de junio de 2007

Platón vs. Aristóteles


¿Por qué nunca Aristóteles estará de acuerdo con la idea de Platón de que la ciudad debe ser gobernada por los filósofos?

Introducción
Aristóteles nunca estará de acuerdo con la idea de Platón de que la ciudad debe ser gobernada por los filósofos debido a que éste último sostiene un dualismo en su concepción política y, en términos generales, en todo su pensamiento filosófico, al que Aristóteles no adhiere al menos, en principio, de manera directa. Esto es lo que se intentará dilucidar en las líneas subsiguientes a partir de hacer una breve presentación del planteo político de Platón el cual, a continuación, será contrastado con el de Aristóteles.

El “dualismo” de Platón
El dualismo de Platón parte de la diferenciación clara y tajante entre el mundo de las cosas sensibles (donde todo es aparente, cambiante y confuso) y el mundo ideal o de las formas. En éste, de acuerdo a Platón, se encuentra la esencia inmutable de las cosas, lo permanente y lo que existe por sí mismo (ideas o formas) es decir, lo verdadero y mas próximo al Bien. Esta dualidad, que Platón establece en el plano gnoseológico, aparece también cuando centra su atención en la relación entre la filosofía y la sociedad, distinguiendo a los filósofos del resto de los hombres o, más exactamente, ciudadanos de la polis. Platón señala en el Libro VI de “La República” cuales son los rasgos, características o cualidades (virtudes) que posee un filósofo: “son filósofos aquellos capaces de comprender lo que existe siempre de una manera inmutable y no lo son aquellos que no pueden alcanzar este conocimiento y oscilan sin cesar entre lo múltiple y cambiante.” De este modo nos encontramos por un lado, con la figura del filósofo como un individuo que posee el conocimiento (episteme) y es por esto el único que puede acceder a lo que existe de modo permanente y perfecto o sea, el único que puede contemplar las esencias del mundo de las formas y establecer con claridad (por medio de su voz) que es lo justo, lo bello y lo bueno. Además, indica Platón, el filósofo tiene una conducta moderada y mesurada en sus deseos e impulsos, desprendiéndose así de los placeres mundanos y alejándose de todas las causas de corrupción. Platón advierte que el número de filósofos en la polis es escaso y no es por lo tanto, algo que practique la masa de la polis o el vulgo. Por otro lado, aparece el ciudadano no filósofo como aquel individuo que se desenvuelve en el ámbito de la opinión (doxa) y por consiguiente, alejado del episteme o verdadero saber. Se detiene así en las apariencias es decir, en el mundo de las cosas sensibles donde todo es cambiante, contradictorio y confuso. Por otra parte, estar alejado de la filosofía (del Bien dirá Platón) es estar cerca de la sed de riquezas, de los placeres corporales y de las causas de corrupción. El ciudadano no filósofo constituye la figura predominante dentro de la polis ya que existe en mayor número y da lugar así al vulgo o “populacho” que, a diferencia del filósofo, no tiene voz sino solamente ruge (al igual que el resto de los animales, los esclavos y las mujeres).
Del “dualismo” a las paradojas
De acuerdo con Wolin, el pensamiento político de Platón está atravesado por dos paradojas que, inferimos aquí, se desprenden del dualismo o separación en dos mundos señalada anteriormente. La primera paradoja está vinculada al hecho de que, a pesar de ser Platón el primer pensador en establecer el ámbito de “lo político” como algo (no regido por leyes naturales o divinas) sino propio y constitutivo de la vida de los ciudadanos en la polis, se niega a la actividad política como tal. “La debilidad fundamental de la filosofía política consistía en no lograr establecer una relación satisfactoria entre la idea de lo político y la idea de la actividad política” afirma Wolin. Así, vemos que Platón hace una ruptura entre orden y acción ligando el primero al nivel del episteme y la segunda al de la doxa en lo que resulta ser, siguiendo a Wolin, “una ciencia enfrentada con su objeto.” Esto conduce a pensar en que Platón descubre la esfera de “lo político” como algo específico, que garantiza un orden para la vida social en la polis pero que niega, a la vez, lo que en todo caso haría posible ese orden que es la acción de los ciudadanos o sea, la actividad política.
En segundo término, Platón sostiene que el mejor gobierno posible para la polis es el de los filósofos ya que estos gobernarían de acuerdo a sus virtudes y no a lo que demandan los ciudadanos (recordémoslo: alejados del Bien). En este sentido, el gobierno de los filósofos sería un nexo o ligazón entre el mundo de las formas y el mundo sensible o entre el Bien y el vulgo. Nos encontramos aquí con la segunda paradoja del pensamiento político de Platón ya que: “el gobernante llegaba a aprender, no observando la política ni actuando en ella, sino por medio de una educación que abarcaba todos los demás temas importantes excepto el político” . Se puede observar en Platón entonces que a pesar de aparecer la figura del gobernante y del arte (habilidad o capacidad) que este debe tener para gobernar, éste último elemento no se liga a la actividad política como tal, sino que se vincula al ámbito de la filosofía. Como consecuencia de este planteo es entendible la oposición, rechazo (y hasta incluso aversión) que manifiesta Platón al hablar de las asambleas de las polis y de la democracia en ebullición por entonces en las calles de la ciudad, donde participan los ciudadanos no filósofos. Estos, no tienen acceso al mundo de las formas (al Bien) sino que se detienen en las apariencias, están próximos a los placeres mundanos y, por consiguiente, no poseen el saber necesario para gobernar la polis. “Me quejo (…) de no hallar ninguna organización política entre las actuales que convengan a la naturaleza filosófica y ésta es la razón por la cual la vemos alterarse y corromperse.” En resumen: Platón separa de modo lapidario quien puede gobernar la polis (filósofo) de quien no puede hacerlo y establece así un dualismo entre gobernante y gobernado.

El “elemento común” de Aristóteles
En el pensamiento político de Aristóteles no aparece el dualismo de, su predecesor y maestro, Platón debido a que, en primer lugar, aquel no diferencia de manera tan contundente (como lo hace éste) entre los filósofos y los no filósofos. Aristóteles parte de establecer el elemento común de los seres humanos en general y de los ciudadanos de la polis en particular. Llega así a la conclusión de que el ser humano es un “animal político o sociable” por naturaleza, lo que implica considerar que el hombre se afirma como tal (realizando todas sus potencialidades naturales) sólo en la relación con otros es decir, en la polis. De acuerdo con Carnes Lord, podemos sostener por lo tanto que en Aristóteles “debe interpretarse la ciudad como algo que no existe sólo para vivir, sino para vivir bien, noble o felizmente.”
En segundo lugar, para Aristóteles el hombre posee (dada su naturaleza) lenguaje o discurso (logos) por medio del cual puede: “expresar el bien y el mal, y, por consiguiente lo justo y lo injusto.” De este modo lo que en Platón era atributo del filósofo únicamente, en Aristóteles es común a todo ciudadano de la polis. Sin embargo, esto no quiere decir que Aristóteles proponga que todos los ciudadanos son filósofos por naturaleza o que cualquier ciudadano puede serlo. Más bien, Aristóteles concibe la razón del ciudadano como una razón práctica y ligada a la cotidianeidad de la ciudad antes que a la contemplación (como la concibe Platón).
En tercer lugar, la actividad política no está pensada como propiedad exclusiva del filósofo sino que, por el contrario, es considerada como un medio para alcanzar el fin de la polis: la eudemonía o, permítase la expresión, “bienestar general”. En este sentido afirma Aristóteles: “es claro que de la virtud individual resulta una virtud general, que es el bien de todos.” Por consiguiente, no hay en Aristóteles una segregación entre quienes deben ejercer la actividad política y quienes no ya que el ejercicio de esta, no depende de ciertos atributos, características o cualidades (virtudes) ajenas al vulgo o populacho (como postula Platón). La acción política, en Aristóteles, se liga al elemento común a todo ciudadano y que brota de su condición de “animal político”: el discurso o lenguaje (logos).
En cuanto al régimen político, Aristóteles, lejos de negar que ningún gobierno sea adecuado para la polis o de afirmar que solamente uno sea el mejor para la polis, asume una posición relativista o de realismo político. Aristóteles postula que un régimen político bueno o mejor para la polis es aquel que proporciona a los hombres el “bienestar general”. Ahora bien, éste no se alcanza con una única forma de gobierno sino que el régimen político puede adoptar tres formas distintas (monarquía, aristocracia o república) de acuerdo a las particularidades de la polis. Vemos así que Aristóteles parte de considerar el elemento real y concreto (organización de la polis) para definir, a partir de el, cuál es el régimen político adecuado y no, como hace Platón, pensar en una única forma de gobierno aplicable a cualquier tipo de organización social.

Conclusión
De acuerdo a lo expuesto mas arriba, resulta evidente porqué Aristóteles nunca podría estar de acuerdo con la idea de Platón de que la ciudad debe ser gobernada por los filósofos. Se ha intentado demostrar esto a partir de esbozar porqué Aristóteles no suscribe al dualismo platónico a la hora de pensar la política. Como reflexión final podríamos situar a Platón en la raíz del pensamiento político no democrático, derivado de que éste pensador fija una condición a priori necesaria y suficiente para gobernar y ejercer la actividad política (ser filósofo); se piensa así la política a través de una diferencia o un dualismo. Aristóteles en cambio, puede ser visto como un pensador democrático ya que establece la capacidad de gobernar y actuar políticamente a partir de un atributo común a todos los hombres es decir, lo que los iguala y no lo que los diferencia.

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